Madrid - Feria de San Isidro

.

 

"Un gran toro y una seria corrida de Cuadri"

   Crónica de Barquerito
        31/mayo/2007

     Agencia COLPISA.

     Chispazos de Curro Díaz, oficio pero no la entrega habitual de Pepín Liria, hombría de Javier Valverde, indemne tras una voltereta que será la cogida de la feria.

     Seis toros de Hijos de Celestino Cuadri. Corrida cariada de hechuras y líneas, pero de cuajo y remate muy notables. El segundo fue de muy buena nota. Con fondo el quinto. Complicado el cuarto, que no se rompió ni definió. De seria conducta los otros tres. Pepín Liria, de verde musgo y oro, silencio en los dos. Curro Díaz, de nazareno y oro, silencio y pitos tras un aviso. Javier Valverde, de azul prusia y oro, saludos tras un aviso y silencio.

     Las Ventas. 21ª de San Isidro. Lleno. Primaveral, ligeramente ventoso.

     Salió según se esperaba una muy seria corrida de Cuadri: presentación, remate, cuajo. Curioso un dato: uno de los dos toros que no llegó a los 550 kilos fue uno de los dos más hondos. Largo, ensillado. Abanto de salida. Como si estuviera dormido o entumecido, que no. Volvió a todas grupas. Estaría deslumbrado. Se enteraba. Después de estirarse, se emplazó. Estaba solamente frío. Al capote de brega de Antonio Ecijano vino al ataque y franco. Y al de Pepín Liria, que salió de inmediato, también. Un picotazo escupido, una vara trasera con calamocheo, una claudicación y casi una sentada. No se dio por aludido en banderillas. Pero se vino arriba después.

     No fue el clásico toro de Cuadri que rompe en tromba o que en tromba ataca después de pensárselo. Ni tampoco lo contrario: algo rebrincado por falta de empuje, aunque arreaba por una mano, la derecha. Pronto, fijo. Un fondo de nobleza. Una gota pegajosa al final de la partida. Liria se abrió a los medios primero. Un detalle. Cuando empezaba a tomarle al toro la medida, se levantó algo de viento. Cuanto dejó de venir metido en la muleta, se descompuso algo el toro. Se cerró Liria entre rayas, pero en cites fuera de cacho. Pesaba el toro. Un pinchazo, una estocada ladeada.

     Dos de los cuadris eran, por nombre, de reatas de gran regularidad y buena nota: un segundo Bolo y un quinto Choquero. Como la de Cuadri es una ganadería fiable y no improvisada, se cumplió la ley de la reata. Bueno fue el segundo. El mejor de la corrida: son, codicia, embestidas humilladas, clase, ritmo. Y no tan bueno pero con fondo y clase el quinto, que tardó en destaparse o ser descubierto. Esa especie de pesante embestida de los cuadris la tuvo más que ninguno ese quinto por la mano izquierda. ¿Pesante? Densa, más densa que viva. Por abajo mucho mejor que por arriba. Toro de los que hacen mejor las cosas difíciles que las sencillas. Para los dos hubo en el arrastre palmas fuertes.

     A Curro Díaz, que tiene en las Ventas militante clientela, se le mandó recado en los dos turnos. Recado de que había toro. O de que, después de haber andado con ellos no poco, quedaba todavía mucho toro. Uno y otro galoparon al tomar por el vuelo el capote. Y repitieron. Curro no acabó de estirarse con ninguno de los dos, aunque a los dos les sacara los brazos. A los dos los libró hermosamente en lances de brega camperos e inspirados: un recorte, un lance en redondo de manos muy altas. El segundo de corrida, de precioso remate, el más bello de los seis, se empleó con estilo en dos varas. El quinto protestó pero aguantó sin irse. Eso lo hicieron todos los toros de la corrida. Y también marcar territorio. No como el toro que se defiende en él, sino con aire genuinamente de bravos, que es muy distinto. El segundo fue alegre y pronto en banderillas. Apagado el quinto. En la muleta se dejó sentir el galope vivo de aquél. Pero también el tranco a compás del otro.

     Arranque rumboso
     De modo que el lote se lo llevó Curro Díaz. Al toro Bolo, el de más nota, le anduvo decidido y en faena de rumboso arranque: compuesta la figura, juncal cimbreo, encaje casi a pies juntos, el medio pecho, una postura. Una tanda. Nada más. Se quedó corto el torero de Linares: desacoplados casi todos los embroques, cortos los muletazos por sistema, demasiados enganchones, dos desarmes, un codilleo al intentar dibujar, pajareo entre pase y pase, el pico para ganar seguridad en la cara. Pese todo, trabajo con chispazos. Media y siete descabellos. Más de eso mismo pero de otra manera en el quinto toro. Una tanda inicial de las de cadera crujida. Cuando se puso a latir el toro, no tanto. Ligero, deprisa, abusando del medio muletazo, seguro pero sin arrancarse. Hasta que casi por sorpresa vino a descubrirse que, enganchado por delante, el toro se entregaba, humillaba y repetía. Una excelente tanda con la zurda. Sólo una. También pesaba ese toro. Cinco pinchazos y un descabello.

     Como en tantas corridas de Cuadri salieron dos toros como buques. Monumental volumen: un tercero que se volvió en la puerta de toriles y echó las manos por delante, como si no pudiera con la propia carga, pero que sacó en la muleta desbaratadora potencia. En un cite inicial, y descubierto en exceso de confianza, Javier Valverde sufrió la cogida más aparatosa de San Isidro. Una voltereta de las de salir lanzado al aire casi tres metros. Y para caer a plancha y plomo. Y, sin embargo, se repuso en boca de burladero. Sacó la raza de los toreros de redaños. Soberbia entereza. No se afligió. Faena descarada y guerrera. Faltó control, ligazón, pensarlo mejor. Pero contó la hombría.

     El otro gigante fue el cuarto: formidable caja, badana medular. Brava la actitud aunque se resistiera en el caballo. Ágil de cuello, repuso mucho. Muy mirón. Algo encogido. Difícil. Pepín apostó por faena convencional de someter, de torear tapado o por fuera, sin descararse. No estaba a gusto. El sexto, compaso, descarado, justo de fuerzas, fue toro de interés. No lo lució Valverde en la distancia ni lo dejó llegar. Un trasteo machacante. Mal rematado con la espada. Más información en:

http://www.colpisa.com/index.php?servicio=2

.