Crónica de la corrida de San Isidro  - 2006
   
INMENSOS CUADRIS
   
"Barquerito"
 
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Foto: Javier Arroyo
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    La corrida de los Cuadri lució su frondosa pasta de siempre. Impresionante el remate del segundo y del cuarto. Aquél, el de más cuajo de corrida muy cuajada, se descaró de salida y pareció insolentarse. Al hacerlo, se engalló. Y entonces lo saludaron con una ovación. Descomunales las hechuras y las astas, muy anchas, remangadas y afiladas; pero bueno el fondo del toro, que descolgó y se vino por la mano derecha muchas veces o todas. Si López Chaves hubiera acertado con la espada, ese segundo se hubiera arrastrado sin una oreja.

     Y si además de acertar con la espada, hubiera sido más pícaro o camelero, o sólo con que hubiera andado más breve, le habría cortado Chaves a ese toro oreja y media. Chaves lo trató generosamente. Le dio distancia, le aguantó y condujo el viaje con pulso. Era difícil pasarse tanto volumen de toro, tan limpiamente. Y en la media altura porque el toro podía, si no, írsele de la mano. Al llegar a la quinta tanda, el toro dejó de apretar, y a Chaves se le vio ahora al hilo del pitón. Pero iba a haber premio para tanta firmeza y tan buen sentido cuando Chaves se negó con la espada.

     El otro toro inmenso, el cuarto, vivió destino más triste. Aplomado tras un primer puyazo y protestado por flojo, volvió a corrales. En fiesta tan de toro desdijo que se devolviera uno. Pudieron ser dos, porque el sexto, que entró en el grupo de tamaño especial, tuvo las fuerzas menguadas. Pronto toro, pero no remató ni un solo viaje. Demasiado porfión Valverde. De abajo arriba, enganchados todos los muletazos. Pero contaba el gesto: el tercero lo había cogido en el embroque de la estocada como para partirlo en dos y le dejó de huella dos puntazos corridos en el muslo. Ni se dolió Valverde.

     Encastado, ese tercero, el más terciado pero tan serio como cualquier otro, hizo de todo un poco: pelear, quedarse en las zapatillas, revolverse, atacar en distancia, protestar si sentía al torero encima. Tremendo el ten con ten. En el remate con la espada, la cogida. Tras ella volvió Valverde a atacar dos veces. Hermoso detalle de valor.

     El primer toro, clásico de la ganadería, que cuando fue enganchado atacó y repitió en tromba, que cortó en banderillas, puso en jaque a El Califa y su cuadrilla y se pasó pidiendo una explicación hasta última hora. Ni pudo ni supo ni acertó El Califa, soberbio con la espada esta vez.

     El toro de la corrida fue el quinto, que descolgó de salida, tuvo viveza y movilidad y galopó cada vez que con enorme generosidad y no poca ingenuidad Chaves lo llamó de distancias casi siderales para pasarlo por la izquierda en tandas ligadas sin perder pasos, pero sin templarse del todo ni gobernar del todo la embestida. Sin romper al toro, que agradeció tan caballeroso trato bastante más que la gente. En cuarto lugar saltó un bien hecho sobrero de Arucci de notable condición, noble y alegre. Pero El Califa anduvo con él sin sitio ni acople ni ideas.

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