Toros
.
Nombre
Número
Pesos
.
Corredor
29
570
Revisor
9
523
Alemán
28
551
Rompeola
6
535
Tachuela
17
544
Zalameño
39
568
   

      Ganadería. Celestino Cuadri. Excelentes de presentación y desiguales en juego, destacando primero y sexto, al que se le concedió la vuelta al ruedo.

    Incidencia. Lleno en tarde de alta temperatura. Saludaron en banderillas Curro Robles, Jesús Arruga y Jesús Rodríguez

     En este reino de Taifas de nuestra provincia -taurinamente hablando- Valverde sigue siendo el califato donde reinan los Cuadri. Ellos y nadie más le dan el armazón a una feria para que el público siga llenando una y otra vez la modesta pero coquetona y casi bicentenaria plaza del Andévalo.

     En ese califato ayer volvió a mandar un gran toro de la divisa triguereña. Se llamaba Corredor y fue el primero en saltar al ruedo valverdeño. He dicho mandar, y creo decir bien, porque con las dificultades de un toro bravo, mandó más por encima de la lidia, que la decisión del propio matador, José Pacheco El Califa, para quien sin faltar a la verdad hay que atribuirle el mérito de haber sacado series muy limpias de muletazos, de buen trazo. El toro, enrazado y con casta tuvo bastante que torear y a este Califa le faltó ese algo más que siempre queda en el aire de una faena sin meterse de lleno en ella. Virtud en la fijeza del toro y mérito también en la faena de un torero que la planteó en los medios. El recuerdo sin embargo me queda más del toro que del torero.

     Lastima de aceros, porque el valenciano hurgó muy cerca del sentimiento paternalista del tendido.

     Mariscal, ha sido todo corazón, valor, entrega y sinceridad torera. Gustó la apabullante algarabía capotera de su primero que no terminó de remontar.

     Con el quinto, cruzó esa línea de una faena donde la decisión de quedarse en mitad del viaje del toro, fue fundamental para que hoy las crónicas tengan que valorarle que junto a esa irremediable base de valor también sustentó series de muletazos con mucho temple en la tarde valverdeña. Fue una lastima que la espada dejase otra vez atrás algún que otro trofeo.

     A Millán se le brindó la posibilidad de irse como triunfador, en forma de toro bravo. Fue el sexto, un compendio de nobleza y vibración con el que el maño dejó sembrado el mejor sabor de una feria, al tirar de el con mucha clase torera. Millán, quien le había puesto a la tarde el mejor toreo de capote, le echo sal y gracia a su labor muletero y tuvo la suerte de que este zalamero hablase el mismo idioma sobre el tapete del ruedo. Más que antagonistas, el tándem fue de lujo para que el festejo no se fuese de vacío. No lo hubiese merecido desde luego y por eso después de que el mañico supiera correr la mano con gallardía y temple por ambos pitones encendiendo la noble condición del Cuadri, se llevó entre el clamor del tendido esas dos orejas que hoy titularan crónicas, mientras que Zalameño, en esa postrer vuelta al ruedo, le dejaba a sus criadores el regusto de haber lidiado en Valverde una verdadera corrida de toros.

     Huelva Información 14-08-04