SEVILLA  -  11 - 04 - 13

FERRERA SE CRECE CON DOS COMPLICADOS TOROS DE CUADRI

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    Sevilla, 11 abr. (COLPISA, Barquerito)

    Una corrida de soberbio cuajo y estampa imponente. Dos toros de buena condición. Gallo no redondea con uno que tuvo en la mano, Leandro no puede con el otro.

    Sevilla. 3ª de abono. Templado, soleado. Media plaza.

    Seis toros de Cuadri. El cuarto, jugado de sobrero. Corrida de apabullante hondura y espléndido remate. Tercero y quinto se emplearon con entrega. Primero y cuarto, muy mirones, tuvieron un punto incierto y probón. De pobre nota un segundo afligido, Celoso pero frágil el sexto.

    Antonio Ferrera, de negro y oro, saludos tras un aviso en los dos. Leandro, de escarlata y azabache, silencio tras aviso en los dos. Eduardo Gallo, de carmín y oro, ovación y silencio.

    Buenos puyazos de Alonso Sánchez y Paco Tapia. Bravos con las banderillas Miguel Martín y Domingo Siro.

    La corrida de los Cuadri fue de un cuajo imponente, rondó los 600 kilos de promedio y sacó la personalidad propia del encaste y la ganadería: fijeza, combatividad de salida y en el caballo y listeza en banderillas. Y ese punto de general y engañosa reservonería en la muleta que se traduce en tardanza.

    La fijeza tuvo dos caras: obediencia a engaño pero también miradas intimidantes y cruzadas con quien lo blandía.

    A engaño puesto no se resistieron sino que atacaron casi en tromba los dos toros de mejor son, un tercero que galopó en banderillas y se empleó por la mano derecha y un quinto protestón en el caballo –el único de los seis que hizo sonar los estribos- que de pronto quiso, descolgó y repitió.

    Gallo estuvo a punto de redondear con el hermoso tercero –se llamaba Pleamar-, que, dolido de la divisa, se lanzó con turbulencia pero tuvo al cabo templado aire.

   Un entierro de pitones y una claudicación tras el quinto muletazo de tanteo, y en marcha la cosa en seguida. Dos tandas en redondo -una de cuatro y el remate, y la otra, de cinco y el de pecho- provocaron a los músicos. Se arrancó la banda con ganas. Gallo se cambió de mano. Error de estrategia, cambio inoportuno. Por la izquierda era otro toro –la cara arriba, más corto el tranco-, dejó de haber ligazón y limpieza, se desinfló el globo y cortó la música en seco. Segundo error fue acortar Gallo distancias y terrenos. El toro no lo quiso tan encima. En la suerte contraria un pinchazo y una estocada. Casi.

    El quinto, llamativamente badanudo, repitió de salida muy envenenado, calamocheó en varas, atacó cortando en banderillas y un poco por sorpresa vino a la muleta vivo, descolgado y con ganas de pelea. Leandro aguantó los dos primeros asaltos, se vio descubierto dos veces y no se sintió ni seguro ni cómodo. Solución: un merodeo nervioso, falta de resolución. Se impacientó la gente.
Tanto al tercero como al quinto se les aplaudió en el arrastre con fuerza.

    Ninguno de los otros cuatro o cinco toros de la corrida fue sencillo. Un cuarto de descomunal estampa se estrelló contra un burladero en un remate provocado y se tronchó un cuerno por casi la cepa. Todo lo que hizo el toro fue de bravo, porque hasta en la manera de dolerse se delata la bravura. Cuando el toro volvió a corrales, y a punto de arrepentirse en el umbral, fue despedido con una ovación, que era un lamento. Tanto prometía el toro.

    El primero de los seis del sorteo fue complicado: muy revoltoso y codicioso de salida, con tendencia a gatear y algo remolón, se vendió caro en cada viaje. Costaba estar con él, delante de él, tragarle, consentirle y no arrugarse. Antonio Ferrera estuvo firme, sereno y seguro. Ni las miradas del toro, ni sus frenadas o parones. Nada pudo con este Ferrera tan arrancado pero tan poco aparatoso. Faena de enorme tensión, que en cierto sentido dejó marcada la tarde. Esa manera de estar del torero extremeño provocó comparaciones inevitables. A ese toro lo mató además por arriba y por derecho Ferrera. Y lo sacaron a saludar.

    En ese turno y en el siguiente, con un gigantesco sobrero de 630 kilos de tablilla –tal vez más-, al que tuvo la guapeza de parar y fijar en los medios con excelentes lances. Acababa de devolverse el toro estrellado. Detalle, por tanto, de torero mayor. Corto de cuello, también este sobrero fue, como el primero, muy mirón, se paró bastante antes y no solo no descolgó sino que, incierto en todo, estuvo levantado hasta última hora. Paciente, Ferrera le acabó robando una memorable tanda con la zurda. La estocada fue fantástica.

    El segundo de corrida, aplomado y sin voluntad, cobardón, fue el de peor nota. Era un pavo en toda regla y pegó cabezazos. Leandro no se rompió la cabeza.

    El sexto, de finísimas cañas que sostenían casi 600 kilos de ala, fue toro frágil –seguramente un tendón averiado- y, aunque noble, incómodo por la manera de repetir tan celosa. Estuvo Gallo compuesto y sereno.

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